Julia Domna está registrada en los libros de historia, fundamentalmente, por ser la esposa del emperador Septimio Severo y, luego, la madre de los coemperadores Caracalla y Geta. Pero su influencia sobre estos tres hombres, sobre estos tres emperadores fue tal que forjaría una dinastía, ampliaría el Imperio romano y evitaría, además, la división en dos mitades del mismo. Eso es bastante más que ser la “mujer de o la madre de”.
Ella como ninguna otra encarna a esa mujer romana que supo abrirse camino, que consiguió hacerse valer en un Imperio de hombres. No fue la única que influyó en los varones de su entorno, pero sí la que con ello llegó a ser la emperatriz más poderosa de Roma, la que más títulos y dignidades recibió, la que llegó a ser considerada madre de los césares, de los ejércitos y de la patria. Pocas, aparte de Livia (esposa de Augusto, primer emperador romano), llegaron a acaparar tanto poder en tiempos del Imperio como esta emperatriz de origen sirio que permaneció al lado de su esposo en todo el proceso de lucha por el poder y luego, siendo ya emperador; y que llegó a ocupar el cargo de regente con su hijo Caracalla.
La influencia oculta: acciones privadas y su impacto en el poder
¿Hasta qué punto es relevante la vida íntima de una persona poderosa como Julia? La respuesta, a mi entender, es bastante sencilla: depende de lo mucho o poco que sus acciones privadas incidan en las decisiones de poder. Así, no todas las vidas íntimas de personajes históricos poderosos tienen la misma relevancia histórica. Por ejemplo, en el caso de Trajano, quiénes fueron o no sus amantes no supone algo que cambie sus decisiones de gobierno.
Trajano se casó de forma convencional con Plotina y mantuvo una relación matrimonial política que le permitió reunir apoyo de senadores no solo hispanos, su tierra natal, sino también de la Galia, territorio del que provenía su esposa. Trajano tuvo amantes, desde altos oficiales del imperio a príncipes extranjeros o actores famosos, pero nunca ninguna de estas relaciones interfirió en sus decisiones de gobierno.
De este modo, en Trajano su vida íntima es una cuestión esencialmente privada. Sin embargo, en el caso de Julia Domna todo es muy diferente: su matrimonio, su maternidad, su fidelidad a su esposo y su vida sexual cuando ella enviuda son acciones privadas que sí influyen directamente en el poder del Imperio. Repasémoslas una a una.
Al casarse con un gobernador militar importante en el Imperio romano (esto es, Septimio Severo) e influir en él para que se decidiera a entrar en la lucha por el poder absoluto a la caída de Cómodo, promueve, queriendo o sin querer, las guerras civiles entre su esposo y sus rivales políticos: Juliano, Nigro y Albino. En el caso del enfrentamiento contra Juliano, se trata de apenas una escaramuza militar, pero en las pugnas contra Nigro, gobernador de Siria, y Albino, gobernador de Britania, el pulso derivó en auténticas guerras de gran envergadura.
Una vez en el poder, la fidelidad a su esposo la hizo inmune, en gran medida, a las constantes acusaciones de todos cuantos deseaban desprestigiarla ante Severo para reducir su influencia. En particular, en esta línea de calumnias contra Julia, destacó el prefecto del pretorio Plauciano que, astutamente, terminaría siendo eliminado por la emperatriz.
En paralelo a la lucha de su esposo por controlar el Imperio, Julia da a luz a dos hijos: Basiano (luego denominado Antonino y, finalmente, conocido por todos como Caracalla) y Geta. Una vez fallezca Severo, sus hijos accederán al poder total como coemperadores, pero el enfrentamiento entre ambos será mortal. Julia se ve obligada a interceder en varias ocasiones y evita, literalmente, que ambos dividan el Imperio en dos mitades: Oriente para Geta y Occidente para Caracalla. Esta división tendrá efecto mucho más tarde, debilitando el conjunto del Imperio, pero a Julia le debemos que se postergara esta partición durante dos siglos, nada más y nada menos.
La intrigante intersección de la sexualidad y el poder en la Roma Antigua
Julia ama a su esposo y le es fiel pero, una vez que queda viuda, la vida sexual de la emperatriz también termina siendo relevante desde el punto de vista público y de gobierno: su primogénito, Caracalla, se trastorna y nadie puede controlarlo salvo ella. El augusto, durante una estancia en la provincia de Egipto, ordena ejecuciones sin sentido, de modo que cabalga hacia la impopularidad, y de ahí a la defenestración y el final de una dinastía hay poco trecho que recorrer.

Ceremonia de matrimonio romana (Emilio Vasarri, 1914). Foto: ALBUM
Julia usará toda su influencia para intentar moderar las acciones de su hijo y, cuando todo lo demás falle, no dudará en transgredir la moral convencional y tener relaciones íntimas con él (con, todo hay que decirlo, el efecto deseado de controlarlo). En Alejandría a Julia la llamaban Yocasta, nombre de la madre de Edipo. Ella no hizo nada por acallar esos comentarios. Se centró en las acciones de Estado, en un ejemplo claro de cómo se puede ir desde lo más íntimo, el sexo, hasta lo más público, el gobierno de un Imperio.
Salud y enfermedad
También la salud forma parte del entorno privado de una persona, pero en el caso de la emperatriz Julia termina siendo una cuestión de Estado, en particular cuando la vida de la augusta está en juego. Esto ocurre en los últimos años de su gobierno. Digo gobierno y digo bien, porque Julia llegó a gobernar Roma, de facto, durante la parte final del principado de su hijo Caracalla.
Es, precisamente, en estos años de intensa acción de control del poder por parte de Julia cuando el médico Galeno le diagnostica lo que los griegos llamaban karkinos (cangrejo) y los romanos, en latín, cancer. El médico detectó que la augusta tenía un bulto en el pecho que se ramificaba como las patas de un cangrejo, de ahí el término con el que se denomina aún hoy esta enfermedad.
La emperatriz había aprendido ya a atender los consejos médicos de Galeno, como cuando, siguiendo sus directrices, evitaron juntos la propagación de una peste en Egipto (la peste no era más que el nombre que los romanos daban entonces a brotes muy contagiosos y letales del virus de la viruela). En aquel momento, haciendo caso a Galeno, Julia y Severo consiguieron cortar la propagación del virus, en lo que es una de las mayores victorias privadas de la emperatriz (victoria que tan importante fue para los habitantes de todo el Imperio).
Con esos precedentes, la emperatriz asumió el diagnóstico de Galeno como inexorable (que lo era), así como el hecho de que no tenía cura. Su única opción era consumir opio mezclado con vino para reducir el dolor. Por último, le quedó decidir cómo abandonar este mundo y cuándo (entrando así en el siempre delicado asunto de la eutanasia).
‘Influencer’ del mundo antiguo
Sin duda, la vida privada de Julia Domna contribuyó al desarrollo de la ciencia y la cultura. Logró crear en Roma un influyente círculo de escritores y filósofos en el que los sirios tuvieron un peso fundamental. La emperatriz se rodeó de la gente más sabia de su tiempo: filósofos como Filóstrato, uno de los grandes médicos del mundo antiguo, Galeno, y todo tipo de escritores e intelectuales.

En el Templo de Vesta (1902), obra del pintor alemán Constantin Hölscher
Julia Domna encargó que se escribieran libros sobre personajes que le interesaban, como, por ejemplo, cuando sugirió al propio Filóstrato que escribiera una biografía de Apolonio de Tiana, un renombrado filósofo y místico neopitagórico griego que, de no ser por el interés de la emperatriz en saber más de él, hoy sería alguien completamente olvidado. Finalmente, en aspectos más frívolos como el estilo personal o el peinado, Julia Domna se convirtió en lo que hoy llamaríamos una influencer. En particular, su complejo peinado y sus pelucas dieron la vuelta al Imperio e influyeron en mujeres aristócratas de todas las provincias. Ella no usaba Instagram, sino miles de estatuas con su relieve esculpido y millones de monedas con su efigie en oro o plata.
De este modo, hemos visto que hay vidas privadas, como la de Julia Domna, que rebasan la esfera familiar y afectan a todo un Imperio: su matrimonio y maternidad forjaron la última dinastía altoimperial de Roma; su decisión de rodearse de los más sabios fomentó la cultura y la ciencia y hasta detuvo la expansión de un gravísimo virus letal; y su enfermedad y la forma de afrontarla aún hoy día suponen un referente en el eterno debate, todavía no resuelto, de la eutanasia. Díganme ustedes quién merece el apelativo de influencer más que ella. Julia Domna hoy, como diría mi hija adolescente, “lo petaría en insta”.
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