Hacia 209 a.C. los romanos tomaron la ciudad de Cartagena y, desde allí, se adentraron en la zona del alto Guadalquivir, rica en minas de plata y dominada por los cartagineses, quienes se habían aliado con los pueblos indígenas ibéricos. El general cartaginés Asdrúbal intentó frenar el avance romano y, para ello, escogió un cerro como punto defensivo, que además le permitiría huir en caso de que la situación se complicara.
Los romanos, liderados por el general Publio Cornelio Escipión, establecieron su campamento cerca de este cerro y forzaron la batalla. A pesar de que contaban con la desventaja de no encontrarse en una posición estratégica, el factor numérico daba la superioridad a las tropas romanas (Tito Livio las cifra en 40.000 soldados frente a los 30.000 cartagineses, aunque parecen demasiados).
De esta forma, tuvo lugar en 208 a.C. una de las principales batallas dentro de la Segunda Guerra Púnica, que enfrentó a las tropas de Cartago con las legiones romanas de Escipión el Africano y los iberos del alto Guadalquivir. Tito Livio y Polibio contaron esta batalla, pero su ubicación exacta siempre ha generado polémica. Desde hace tiempo se situaba en torno a Bailén, pero gracias a las investigaciones realizadas por la Universidad de Jaén en los últimos años, apoyadas por las descripciones de los historiadores romanos, y a otros trabajos arqueológicos, se ha encontrado el campo de batalla en otro lugar de la provincia de Jaén, en el municipio de Santo Tomé: se trata del Cerro de las Albahacas.
En su estudio arqueológico se han documentado miles de elementos –lanzas, puntas de flecha, jabalinas, tachuelas de sandalias, proyectiles de honda, broches de cinturón, espuelas, monedas, piquetas para amarrar las tiendas…– que han permitido afirmar que allí se produjo una gran batalla. Especialmente, gracias a las tachuelas (clavi caligarii) que llevaban las sandalias de los romanos, se ha podido localizar su campamento, así como el recorrido de 4 km que realizó el ejército antes de enfrentarse a los cartagineses y su despliegue durante la batalla.
Estas tachuelas consistían en unos pequeños remaches de hierro que llevaban las suelas de cuero del calzado de los legionarios para favorecer el agarre en los trayectos y reforzar la suela, aunque con el desgaste se iban desprendiendo y dejando un rastro por el camino. Este rastro ha permitido a los investigadores, precisamente, seguir los movimientos de las tropas romanas.

Equipamiento militar romano. Ilustración: José Antonio Peñas
Tras la victoria del ejército romano, Asdrúbal se retiró hacia el norte, hasta llegar a los Pirineos. Mientras tanto, los romanos tomaron el control de la cabecera del río Guadalquivir, que daba acceso a todo el valle y a las minas de plata y plomo, controladas hasta esos momentos por los cartagineses. Desde entonces, la Bética se convirtió en uno de los principales puntos de suministro de aceite, trigo y minerales del Imperio romano.
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