Julio 08,2022
Existe un miedo inexplicable a que se apruebe la ley de extinción de dominio, cuyo espíritu es que todos los bienes y capitales obtenidos de forma ilícita, sean expropiados para ser usados por el estado, en el desarrollo de los dominicanos.
Sólo a quien haya obtenido bienes, producto de cualquier actividad ilícita es que le debería preocupar la aprobación de dicha ley, a los narcotraficantes, a los políticos corruptos y a cualquier otra persona que cometa algún tipo de crimen organizado;
a los ciudadanos normales, que tenemos la forma de justificar de dónde salen los recursos para nuestro crecimiento económico, no nos preocupa una ley de extinción de dominio.
A mi me enseñaron a leer entre lineas, por eso que hay que poner mucha atención a quienes se oponen a que los bienes producto de infracciones le sean quitados por el Estado para su posterior uso en la ciudadanía.
En nuestro país la suma de bienes producto del crimen organizado y la corrupción es gigantesca, de hecho, la ex presidente de la Cámara de Cuentas, Doña Licelot Marte de Barrios, expresó: «que con el dinero que se roba en la administración pública se podría construir otra República Dominicana», de esa manera podemos ver en su justa dimensión el gran flujo de recursos que queda en manos de delicuentes y que podrían usarse en beneficio de la sociedad, evitando préstamos y presupuestos deficitarios.
Dentro de las actividades que más recursos mueven hay muchas que son ilícitas, producto del crimen organizado, siendo las más lucrativas el narcotráfico, robo de información, falsificación, estafas y tráfico de personas. Solo el narcotráfico genera aproximadamente ganancias anuales por un total de 650, 000 millones de dólares, siete veces el Producto Interno Bruto de la República Dominicana, imaginemos poder usar los recursos que vendrían como resultado de una ley de extinción de dominio, que para nada son pocos, en el desarrollo de viviendas en la República Dominicana, uno de los problemas que históricamente ha azotado a nuestro país.
Esos que se oponen a la ley de extinción de dominio, solo buscan proteger sus bienes mal habidos, y la sociedad debe ser protagonista en la consecución de una ley que fortalezca al estado. Todo esto se parece mucho a no querer un ministerio público independiente, ya que se garantiza impunidad a los políticos corruptos que designan a dichos representantes del poder punitivo del estado; y al mismo tiempo se lucran unos pocos engullendo el desarrollo integral ciudadano. Todo es tan sistémico que la indiferencia social es un caldo de cultivo para que surjan corruptos como cucarachas, reproduciéndose de manera desmedida y casi imposible de erradicar, al nivel de que apuestan a que «las cosas se dejen así», todo esto es ejemplo de la protección criminal de algunos congresistas que junto a la clase política, impiden que leyes que vienen a a arreglar y organizar la institucionalidad sean aprobadas.
Toda revolución implica un cambio en la mentalidad de la gente que debe reclamar que se haga lo correcto. Para la sociedad norteamericana hay algo que está por encima de todo, por encima de cualquier subordinación jerárquica ya sea empresarial o administrativa, que es «the right thing» (lo correcto), lo correcto se superpone a todo, siendo correspondido con la comprensión de todos. Aquí en la República Dominicana con la seriedad que adorna al presidente Abinader se ha comenzado una transformación social convertiéndose poco a poco en revolución, en la que la gente quiere lo correcto, por eso hubo «una plaza de las banderas», por eso acaba de presentar licencia una de las personas más importante de todo el organigrama estatal, el Ministro de la presidencia de la República Dominicana.
Melquisedec Canela Avila.
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